|
LA FUNDACIÓN DE LA CIUDAD DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
El 24 de Junio de 2004 los vecinos de Las Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias, España) celebramos el 526 aniversario de nuestra ciudad. Los miembros del Grupo Radiofónico El Aleph quisimos sumarnos al festejo aportando nuestro granito de arena, de la forma que únicamente sabemos, dedicando uno de nuestros programas del Aleph a rememorar la fundación de la ciudad.
Enunciamos algunas razones que justificaban fundar la ciudad.
Intentamos captar las sensaciones, pensamientos y motivaciones de aquellos hombres que llegaron a este rincón del Atlántico el 24 Junio de 1478.
En definitiva, intentamos que los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria vean el paisaje que cotidianamente frecuentan de un modo diferente, quizás como lo vieron los ojos de aquellos aventureros, y que nos conozcan un poco más los visitantes de otras latitudes.
El convenio firmado en Sevilla el 15 de Octubre de 1477 dejaba en poder del Reino de Castilla la conquista, posesión y dominio de Gran Canaria, Tenerife y La Palma.
La principal razón que empujó a la Reina Isabel de Castilla a conquistar Canarias: fue la de alejar del Estrecho de Gibraltar a las hordas agarenas, que durante siete siglos pusieron en jaque a las fuerzas vivas de la nación y al restos de las monarquías cristianas. La posición estratégica de canarias con respecto al norte de África era vital para mantener a salvo las fronteras de peninsulares.
Existe otra razón que no siempre se argumenta como motivo por el que se lleva a cabo la conquista de canarias pero que no debemos olvidar. El derecho de la Corona a la posesión de las Islas Canarias iba en menoscabo de los intereses de los nobles. Se inauguraba así una nueva política consistente en ir socavando el poder de los nobles en favor de la Corona.
Sin pérdida de tiempo la maquinaría de guerra se puso en marcha. Se reclutaron 600 hombres de infantería armados con picas, ballestas, espadas, estos soldados procedían en su mayor parte del tercio de tropas que por su color del uniformen llamaban los pardillos. También se alistaron algunos hidalgos que servían a caballo y armados con lanzas, yelmo y cota de malla. La caballería se completaba con varios nobles empobrecidos que deseaban aumentar su maltrecho patrimonio con la repartición de las nuevas tierras conquistadas. Para transportar el ejército se utilizaron 6 grandes carabelas y 2 pequeñas fustas.
La expedición partió en la mañana del 13 de Junio de 1478 del puerto de Santa María. Al frente de la misma Don Juan Rejón, militar de gran pericia en la guerra. Después de 10 días navegando por el Atlántico la escuadrilla avistó Gran Canaria en la tarde del 23 de Junio de 1478. Dirigieron su rumbo al fondeadero de La Isleta, echaron el ancla en la madrugada del 24 de Junio, coincidiendo con la festividad de San Juan Bautista.
Una hermosa luna llena iluminaba la playa por donde desembarcaron los Castellanos. A mano derecha se encontraban las montañas de la Isleta cubiertos de matorrales. También por esa parte de la costa apreciaron ríos de lava que se que fundían con el mar. La costa, a su izquierda, se perdía en suaves ondulaciones de arena amarilla, en la espesura de la noche.
Rejón viendo que en el litoral no apreciaban presencia de aborígenes, da la orden de desembarco. Saltan a la playa 600 soldados y los 30 hombres que componen la caballería. Cada soldado lleva consigo víveres para emprender una corta jornada de camino. La ocupación de la playa se lleva sin ninguna incidencia. Producido el desembarco Rejón manda que los demás pertrechos y víveres permanezcan en las naves y que estas les sigan su camino por la costa, hasta encontrar un lugar idóneo donde levantar el campamento.
Antes de emprender la marcha el capitán Juan Rejón arenga a su tropa. Les recuerda que son soldados de Castilla, que como tales deben ser disciplinados, prudentes y valientes. Después de este recordatorio, todo estaba preparado para iniciar la marcha. Los hombres perfectamente armados y pertrechados con lo necesario para la jornada.
Suenan los clarinetes, al aire se desplegan los estandartes y pendones. El Capitán da la orden de en marcha. Al frente de la marcha iba la caballería diseminada en parejas de a dos para reconocer el terreno. Le seguía el grueso del ejército con los falconetes al frente. La idea de Rejón es de llegar a Gando y reconstruir la fortaleza de los Herreras y apoderarse del Guanartemato de Telde, que según le había informado sus espías estaba en manos de un usurpador.
Cerca del barranco de Guiniguada, los exploradores informan que hay un hombre en la costa. Es un viejo pescador canario que esta recogiendo mariscos en la playa y esta solo. Rejón manda a capturarlo, quizás posea alguna información que le sea útil. Inmediatamente se prepara la operación. Se acercan con sigilo por detrás y se abalanzan sobre el viejo. Poco puede hacer para escapar. Interrogan al anciano, con la ayuda de traductores que conocen el idioma aborigen. Les informó que la torre de Gando esta muy lejos y que antes de llegar tendrían que pasar por desfiladeros guardados por numerosos guerreros. El viejo les recomendó que se quedaran cerca del país del Niguiniguada, palabra que significa agua corriente, ya que ese barranco tiene agua permanentemente y es un buen lugar para acampar.
Rejón inspecciona el lugar indicado por el viejo canario. Cruza el riachuelo con la caballería. Al General le gustó el lugar y manda a levantar el campamento. Lleva a su tropa al margen izquierdo del río, cuyo cauce esta sembrado de sauces, juncos y dragos. El lugar es perfecto, al frente del campamento estaba el mar, a la derecha las palmas, cuyos troncos fueron utilizador para hacer una empalizada, a la izquierda el margen del riachuelo y a la espalda un a espesa arboleda. El lugar exacto donde se levantó el campamento es donde hoy se encuentra la iglesia de San Antonio Abad, su plaza y calles de alrededores. Llamaron al campamento Real de Las Palmas, esta fue la cuna de nuestra ciudad fundada en la mañana del 24 Junio de 1478.
En los primeros días de nuestra ciudad, la actividad fue frenética. Se destruyó una gran parte del bosque de palmas que estaba en el Real. Se levantaron fuertes tápiales para proteger los puntos más débiles. En el centro del Real, se construyeron almacenes para guardar alimentos y armas, cobertizos para los caballos y chozas para los soldados. Después de estos primeros días, Juan Rejón decidió abandonar su plan de ir a Gando. En el Real de Las Palmas tenía de todo. Un lugar alto y protegido de posibles ataques de aborígenes. Agua fresca y bastante buena que aportaba el Niguiniguada. Y además estaba cerca del fondeadero de La Isleta. Una vez que se tomó la decisión de permanecer en el Campamento, se mando a las 6 carabelas que volviese a la península. Solamente se quedaron las 2 pequeñas fustas.
La vida en la ciudad continuaba con su ajetreada actividad. Se construyó en el centro un torreón donde estaban los aposentos de Juan Rejón y una pequeña ermita para la guarnición, esta ermita fue luego la Iglesia de San Antonio y posteriormente primer asiento de la Catedral de Las Palmas.
Continuó Rejón con su política de arrasar gran parte de los bosques que rodeaban la fortificación. De esta manera despeja el terreno para que maniobrara más cómodamente la caballería y además evitaba que la espesura de la vegetación sirviera a los aborígenes para tender emboscadas a los invasores. El general estaba satisfecho como se estaban desarrollando los acontecimientos en los primeros días de su llegada a Gran Canaria. Pero era una alegría contenida. Se preguntaba así mismo donde están los canarios. Como buen militar, que conocía su oficio, sabía que en todos los anteriores intentos de conquista de la isla, los canarios habían presentado batalla para rechazar a las fuerzas ocupantes. Y hasta ahora, siempre había salido triunfadores. Por eso, quizás en la soledad de su aposento, en la Torre del Real, se preguntaba que estarían tramando los aborígenes canarios. ¿Sería posible que ningún habitante de la isla se percatara de la llegada de 6 carabelas a la costa? ¿Qué se produjera el movimientos de mas de 600 hombres por la costa y los habitantes de la isla no diera muestra de que sabían de la llegada de los forasteros?.
El experto militar que era Rejón tenía razón de estar preocupado. Posiblemente los canarios sabían de la llegada del ejército desde el primer momento. No era la primera vez que los habitantes de Gran Canaria se enfrentaban a ejércitos invasores. Es lógico suponer que existiera en distintas partes de las islas, lugares estratégicamente situados para apostar varios hombres y avisar de la llegada de barcos enemigos. Incluso, quizás desde las montañas de la Isleta pudieron haber sido avistadas las 6 carabelas conquistadoras. Lo cierto, es que los canarios conocían de la llegada del ejército castellano, de una manera u otra. Y su silencio era indicio de que estaban preparando un ataque sorpresa al Real de Las Palmas. La desconfianza de Rejón era fundada. Los isleños no estaban ociosos. Los principales jefes se reunieron en Sabor, o consejo, para decidir como rechazar al enemigo. Se propuso la siguiente táctica: desde el Guanertemato del Telde, el Guanarteme Doramas, junto a sus principales guayres, jefes guerreros, Maninidra y Adargoma harían su aparición sobre el Real al amanecer del 30 de Junio. Ellos serían los encargados de iniciar la batalla por el lado más fuerte de los castellanos. Más tarde, aparecerían de improviso los hombres del Guanarteme de Gáldar, con sus principales guayres, Bentaguayre, Tazarte y Autindana. Su misión era la de atacar el lado más débil y desprotegido de la defensa invasora. Sembrando el terror en las filas enemigas.
Llegado los primero albores del día 30 de junio, desde el Real se empezaron a ver por las distintas montañas que lo rodean a los primeros canarios. Al avanzar las horas, cada vez son más. Se calcula que unos 2.000 isleños se dieron cita en los distintos cerros, por la zona del actual San José.
Los canarios con cabello largo recogido a la espalda, protegida la cabeza con una especie de casco hecho de cuero de cerdo. Los pies calzados con borceguíes de cuero y ceñida a la cintura unos tamarcos, una especie de falda hecha con hojas de palma que les cubría hasta la rodilla. La barba cortada en punta. Los brazos y pechos desnudos, decorados con diversos dibujos. Como armas utilizaron palos de acebuche endurecidos al fuego, venablos, hondas para lanzar piedras y las rodelas, escudos hechos de drago, donde llevaban pintados las divisas que les identificaba el bando al que pertenecía cada guerrero.
Mientras los canarios llegaban cada vez en mayor numero, Rejón tuvo tiempo suficiente para establecer la táctica adecuada para protegerse del inminente ataque. Colocó a parte de su tropa en la llanura que se extendía delante del fuerte, lo que buscaba era un campo abierto que ofreciera poca posibilidad a los aborígenes para esconderse. A la derecha del campo abierto, refugiados por un pequeño palmeral, situó a un grupo de apoyo que saldría de su refugio para intentar sorprender a los asaltantes. La caballería al frente para atraer la atención de los aborígenes y proteger las alas que empezasen a flaquear. Por detrás, de la caballería se encontraba los tápiales del fuerte.
Estos preparativos tardaron horas. Imaginamos horas que pasaron lentamente para los combatientes. Desde las montañas los canarios observaban los movimientos de tropas del los castellanos. Y desde el Real, los soldados, veían aumentar en número las hordas aborígenes. Cada hora que pasaba aumentaba la ansiedad, el nerviosismo de los hombres que sabían que el enfrentamiento era inevitable. Por parte castellana, su estrategia era esperar. Ellos tenían como misión defenderse del ataque enemigo. Tocaba mover ficha a los canarios. Y así lo hicieron.
Desde distintos cerros empezaron a sonar el atronador sonido de caracolas y bocinas. Acompañadas por los gritos de los aborígenes que empezaron a correr por las colinas hacia abajo. Los hombres que quedaban en los altos de las montañas comenzaron con el bombardeo de piedras sobre el Real, para proteger la bajada de sus compatriotas.
El descenso de las colinas se realiza en tres cuerpos distintos. El grupo del centro, capitaneado por el Guanarteme de Telde, Doramas; el grupo de la derecha por guiare Maninidra y el de la izquierda por Adargoma. En poco tiempo ambos bandos se encontraron en la explanada delante de la fortaleza. Cada grupo de canarios ataca solo a su posición. La caballería hizo su trabajo: atraer a campo abierto a los aborígenes e intentar dividir al enemigo. Los lanceros hundían sus lanzas en los desnudos torsos canarios. Muchos isleños, esquivaban los lanzamientos de los lanceros y atacaban las patas de los caballos para derivar a los jinetes. Era una batalla hombre a hombre. A las tres horas de batalla, el grupo de Adargoma empezaba a vencer a sus oponentes, el ala izquierda castellana se retira en desbandada. Rejón que dirige a sus hombres de la empalizada de la fortaleza, observa como su flanco izquierdo flaquea peligrosamente para el. Inmediatamente sale a caballo para el lugar. Cruza entre la multitud de soldados y aborígenes, enfrente de él se encuentra Adargoma blandiendo su maza. Rejón saca su espada e hiere en el muslo a Adargoma. Pero este ante de caer, lanza un certero golpe de maza a los pies del caballo de Rejón, que estuvo a punto de hacerlo caer al suelo. La herida en el muslo de Adargoma, le impide mantenerse en pie y no puede manter la pelea con Rejón. Los castellanos logran capturar al colosal guerrero isleño, es un golpe moral para los canarios perder a uno de sus principales guayres.
En estos momentos de desarrollo de la batalla tenían que aparecer por el cause del Niguiniguada los guerreros del Guanerteme de Galdar, para propinar un ataque sorpresa por el flanco donde los castellanos menos esperaban sufrir un ataque. Pero los guerreros del norte no llegan. Los hombres de Doramas y Maninidra que siguen luchando, ven que los refuerzos no llegan y el ánimo va decayendo. Empieza los canarios a retirarse del campo de batalla progresivamente. Recogían a sus muertos y heridos antes de emprender la fuga. Rejón ordenó que no se les persiguiese en la retirada, pues temía que sus hombres pudieran sufrir emboscadas. Al poco tiempo de terminar la batalla, aparecieron a los lejos los primeros grupos de guerreros galdenses. El primer enfrentamiento estaba perdido. Era hora de reorganizarse y esperar una mejor ocasión.
Según contó Rejón, en esta primera batalla perdió 7 hombres y heridos 26. De los canarios 30 fueron muertos y más de 60 heridos.
Las noticias de la primera batalla ganada auguraban una rápida victoria castellanas sobre los aborígenes de Gran Canaria. Sin embargo, esto era desconocer la indómita naturaleza de los antiguos habitantes de nuestra isla. La Batalla del Guiniguada abrió cinco largos años de enfrentamientos entre invasores y aborígenes. Cinco largos años de guerras que le valió el calificativo a nuestra isla como LA JOYA DE LA CORONA. Joya que le costó engarza en su corona a la reina Isabel.